martes, 16 de abril de 2013

Duele, ¿verdad?

Duele, ¿verdad? Saber que el mundo está cada vez más enfermo y aun no encontramos la cura. 

Es infinitamente doloroso no saber cuál de las soluciones es la correcta: ¿extinguirnos? ¿Cambiarnos por androides sin emociones? ¿Acabar con todas las sociedades burocráticas en las que vivimos? Puede que alguna de ellas sea la salida que tanto ansiamos. Es más, algunos lo afirman sin dudarlo y lo defienden a capa y espada, como auténticos guerreros. Pero yo creo que ninguna de ellas es la verdadera respuesta. ¿Sabéis por qué? Porque, simplemente, la clave somos nosotros mismos: los seres humanos. ¿Quién si no se mantiene vivo en este planeta muerto? Nosotros, nadie más que nosotros. 

Somos la solución, pero también el problema.

Creedme, ni yo mismo sé porqué escribo hoy estas líneas. Puede que se me haya ido la cabeza y diga cosas que no tienen sentido para nadie. ¿Qué clase de ser soy si reconozco que la humanidad es el peor veneno que ha existido nunca? Así que, sí, os permito que me llaméis loco, desagradecido o cualquier otro insulto que se os ocurra. Hacedlo. Sois libres. No me defenderé, lo prometo. Pero dejadme aclararos una pequeña cosa: podemos correr tan lejos como queramos de nuestra propia naturaleza, pero no hay lugar donde esconderse eternamente. Los instintos vuelven, lo queramos o no. Si tú no quieres creer que este mundo está así también por ti, es cuestión tuya.

Sin embargo, si aun no habéis cerrado este espacio y queréis continuar leyendo este pedazo de mí, sólo os puedo decir: gracias. No por ello seré menos cruel, pero sí me sentiré mejor al descubrir que no estoy solo, que hay otras tantas miles de personas que opinarán igual que yo.

Esta mañana me desperté con una noticia que me encogió el corazón. Otro nuevo atentado asoló Boston, EE. UU., durante la realización de una maratón deportiva. Las imágenes y vídeos del fatídico momento no han tardado en expandirse por el mar de internet. Eran fotografías realmente impactantes que ni siquiera tengo el valor de describir. Y yo, mientras notaba como todo mi cuerpo temblaba al escuchar la noticia, he pensado: ¿cuánto sufrimiento más debemos soportar para aceptar que nuestro hogar se ha destruido completamente?

Como esto, miles de sucesos nos martillean el cerebro cada día: Corea del Norte pretende iniciar una nueva guerra mundial para evitar la expansión occidental en el mundo; el régimen sirio asesina sádicamente a cientos de conciudadanos que buscan la libertad para su país; muchas familias son arrebatas de su hogar por no tener dinero con el que pagar sus rentas. ¿Es necesario seguir? Yo no tengo fuerzas para hacerlo, pero sí para jugar a un juego: busquemos a los culpables de todo esto.

¿Quiénes serán: los políticos, los terroristas, los fanáticos de una determinada ideología? Hay muchos sospechosos, ¿no? ¿Pero qué os parece si os digo que, sean quienes sean los verdaderos criminales, no dejan de ser seres humanos como cualquier otro? ¿Me creéis ahora? Porque dentro de cada uno de nosotros habita una bestia que despierta a la más mínima de cambio.

Inventamos cosas como el karma para sentirnos mejor con nosotros mismos. Si alguien hace algo malo, tarde o temprano probará de su propia medicina. Mentira. Hay culpas que jamás tienen castigo. Y yo me preguntó si lo mejor no será dejar de hacer daño de una vez para siempre, desistir en nuestro empeño de vengarnos de todo aquel que nos hiere en algún momento de nuestra vida. Pero no podemos. Somos animales salvajes. Depredadores. Monstruos. Somos veneno para nuestro propio mundo.

¿Entendéis ya porqué digo lo que digo? Cada vez me cuesta más sentir fe por esta humanidad. No puedo creer en algo que me decepciona a cada minuto que pasa. Y, sin embargo, necesito hacer algo que nos ayude a avanzar, que nos cambie por completo. No puedo permitir que la vida sea tan injusta, que nosotros seamos tan malos con nuestra propia especie (y ya no hablar con las demás). Pero sé que no puedo hacerlo solo. Os necesito. Necesito que todos nos unamos a una sola voz y busquemos la cura para el mundo. Estoy seguro que, unidos, podremos hacer algo.

Y, no obstante, sé que esto no va a funcionar, que hagamos lo que hagamos todo volverá a ser lo mismo. Dentro de unas décadas todos estaremos muertos y, otra vez, vuelta a empezar. Y eso duele. Duele mucho, ¿verdad?

Gracias por leerme. 

4 comentarios:

  1. No voy a expandirme; simplemente decir que siento exactamente lo mismo que tú. No hay día que no vea algo que me hace avergonzarme de la raza humana.

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  2. Yo soy tan cobarde que apago la tele cuando escucho hablar de guerras mundiales y cierro la pestaña cuando leo algo sobre atentados. No quiero saber, porque duele. ¿Es cobarde? Mucho, por supuesto, pero sufro demasiado por los demás e incluso por lo que todavía no ha llegado.

    Tengo mucho miedo de estar viviendo en estos tiempos que nos han tocado vivir, pero hay que aguantar como se pueda. Y, mientras sobrevivimos a todo esto, intentar ser lo más feliz posible. Si nos dejan.

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  3. Resumidamente: Estoy tan decepcionada de las personas... Que intentó tener el mínimo contacto posible con la sociedad. Mi circulo es bastante pequeño y cerrado, y mi relación con el resto... Nunca llega a profundizar, porque tarde o temprano acabo sintiéndome traicionada o defraudada.
    Las personas son el cáncer de la sociedad y el planeta.

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  4. Tienes razón, y lo peor es que esto no es nuevo, ni de nuestro tiempo. Siempre ha sido así: esclavos, guerras, pueblos y culturas destrozados y borrados del mapa... Y todo por poder, y por dinero. Es triste, pero es la verdad. Mientras haya gente con ansias de poder, el mundo nunca cambiará, y menos si son esos poderosos sin escúpulos los que dirigen todo el tinglado.

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